¿Por qué no debes obligar a tus hijos a saludar?
¿Te ha pasado que, antes de una reunión familiar, practicas con tu hija cómo saludará a la abuela, pero cuando llega el momento, evita el contacto visual y se esconde detrás de ti? A mí me paso muchas veces, y sentía mucha vergüenza, especialmente cuando eran mis tías las que esperaban un abrazo o un beso de parte de ella. Fue solo cuando descubrí la crianza consciente que me di cuenta de que obligar a mi hija a saludar cuando no está lista podría tener consecuencias negativas a largo plazo. Forzar a los niños a saludar en contra de su voluntad solo para complacer a un adulto puede hacerlos más vulnerables al abuso en el futuro. Aunque podrás pensar que estos temas no están relacionados, te invito a seguir leyendo para descubrir una manera más saludable de cumplir con nuestras expectativas sin tener que obligar a tu hijo a saludar.
En realidad, ¿es así de serio?
A qué me refiero cuando digo que obligar a tus hijos a saludar podría hacerlos más vulnerables al abuso. Según RAINN cada 9 minutos un niño es abusado sexualmente en los Estados Unidos. Los niños pequeños, especialmente aquellos entre 3 y 8 años, son los más susceptibles. Por consiguiente, es crucial proporcionarles las herramientas necesarias para que se sientan empoderados frente a estas situaciones. La valentía que se requiere para que un niño revele que ha sido víctima de abuso es monumental. Como protectores de nuestros hijos, nuestro objetivo es fomentar un entorno en el que se sientan libres de decir “NO”. Sin embargo, cuando utilizamos la coerción para obligarlos a saludar en reuniones familiares, les transmitimos el mensaje contrario. Les estamos diciendo que las necesidades y sentimientos de los demás, en este caso, la abuela y las tías, están por encima de los suyos. Por ende, es esencial reflexionar sobre cómo nuestras acciones pueden impactar en la percepción que tienen nuestros hijos sobre su propio valor.
¡Es tu cuerpo y tú decides!
No es responsabilidad de los niños hacer feliz a la abuela o a las tías. Además, la decisión de no abrazar al saludar no implica falta de respeto; por el contrario, es la base para aprender a respetar el espacio personal de los demás. Brindar a los niños la libertad de expresar su autonomía corporal en situaciones familiares fortalece su confianza para hacer lo mismo con personas desconocidas en el futuro. No obstante este tema puede generar tensiones familiares, ya que nuestra cultura latina enfatiza el respeto hacia los adultos. Sin embargo, es crucial reconocer que existen otras formas de mostrar respeto y amabilidad sin recurrir a la coerción y la manipulación. Por ejemplo, puedes preguntarle a tu niño si prefiere saludar con un gesto, diciendo hola, o tal vez simplemente prefiere hacerlo en otro momento.Rosalía Rivera ofrece recursos sobre cómo abordar estas conversaciones con familiares que quizás no estén listos para comprender por qué se debe brindar esta opción a los niños.
El miedo como forma de coerción.
El deseo de establecer una conexión profunda con tus hijos debe superar el anhelo de complacer a los demás. Esto constituye la base de la crianza consciente, una filosofía que busca claridad al tomar decisiones. La crianza convencional, en cambio, encuentra su fundamento en el miedo, llevándonos a tomar decisiones impulsados siempre por el temor. Frases como “¡no los cargues, se acostumbrarán a estar en tus brazos!” – “¡tienes que castigarlos, si no lo haces, seguirá pegándole a la hermanita!” – “¡deja a tu niña llorando en la cuna, si no lo haces, nunca aprenderá a dormirse sola!” Este tipo de crianza nos obliga a reprimir el instinto maternal en busca de un niño “perfecto” que no llore, que salude, que se coma toda la comida y que no pida estar en brazos. La crianza consciente nos invita a reevaluar nuestras expectativas y a fortalecer la conexión con nuestros hijos sin recurrir al miedo como forma de coerción.
¿Qué otra opción tengo?
Por ejemplo, si tu hijo no saluda en una reunión familiar, en lugar de decirle: “Pero ¿qué te pasa? ¡Saluda! ¡Cuántas veces lo hemos practicado, en serio!”, es mejor bajar tu cabeza y mirarlo a los ojos para estar a su nivel. Podrías asegurarle que tu amor es incondicional y que no importa lo que haga, siempre estará ahí. Recuérdale que puede tomarse su tiempo para decidir cuándo quiere saludar y que no tiene que hacerlo con un abrazo. Puede saludar con la mano, susurrar un hola, o incluso inventar una nueva forma de saludo que le resulte más cómoda. La idea es reactivar el instinto maternal, conectarnos con nuestros hijos y reconocer que no están siendo irrespetuosos intencionalmente. Están abrumados y es en esos momentos cuando más nos necesitan. Recurrir a amenazas para manipularlos solo erosiona la confianza que tanto hemos trabajado en construir.
Veo que no estás listo para saludar ahora, está bien. Lo harás cuando te sientas preparado. Siempre estoy aquí para ti, mi amor por ti es incondicional.
—Una Mama consciente.
¿Cómo les devolvemos la confianza?
Obligar al niño a saludar no fomentará confianza en sus habilidades ni deseo de intentarlo en eventos familiares. Más bien, creará un estado de baja autoestima, siendo menos probable que quiera intentarlo nuevamente. Por ejemplo, considera esto: ¿Alguna vez has empezado una dieta y, después de dos semanas, la rompes y te comes una pizza entera? Lo más probable es que, cuando intentes la dieta nuevamente, solo logres sostenerla por menos días que la primera vez. En el tercer intento, seguirás la dieta aún menos días que antes, hasta que finalmente solo logres mantenerla por un día. Este patrón se debe a la pérdida de esperanza en nosotros mismos, lo que hace más difícil intentarlo de nuevo.
Hay más receptividad cuando nos sentimos bien.
Esto implica que, para obtener resultados más positivos, necesitamos transformar la manera en la que abordamos el tema con nuestros hijos y con nosotros mismos. Enfoques convencionales tienden a centrarse en modificar el comportamiento de los niños como solución a los problemas. Sin embargo, con la crianza consciente, comprendemos que también es crucial modificar cómo nosotros, los padres, percibimos los desafíos de la crianza. En otras palabras, si nuestro hijo se da la vuelta y se esconde detrás de nosotros al saludar a alguien, es esencial reconocer que necesita espacio para ordenar sus pensamientos. Nuestra responsabilidad es permitirles ese espacio sin presionar y convertirnos en sus mayores defensores y aliados. También, analizar la persistente tendencia de querer controlar el comportamiento de nuestra hija y lo que sucede a su alrededor.
“No podemos enseñarles a los niños a comportarse mejor haciéndolos sentir peor. Cuando los niños se sienten mejor se portan mejor”
Pam Leo
¿Es la crianza consciente la forma más respetuosa de criar a nuestros hijos?
Indudablemente, cuestionar nuestras expectativas y liberarnos de la necesidad constante de obtener aprobación por el comportamiento de nuestros hijos nos libera de las cadenas de la crianza. La crianza se vuelve agotadora cuando cargamos con la responsabilidad de ser los únicos en influir en la personalidad de nuestros hijos. Debemos recordar que la naturaleza es sabia y tiene un plan para cada uno de nosotros. Aunque es nuestro deber crear un entorno propicio para el desarrollo de nuestros hijos, no tenemos control total sobre quiénes se convertirán como adultos. Al cambiar nuestra perspectiva y ver a nuestros hijos como seres en constante crecimiento y evolución, nos liberamos de la presión y el estrés innecesario que nos produce su comportamiento. Asimismo, priorizar y nutrir su necesidad de cercanía y conexión es lo único que permitirá que su aprendizaje se arraigue y florezca con el tiempo.
Pero, ¿cómo lo motivo?
Sé que puede parecer que estoy simplificando los desafíos tan complejos de la crianza. No es esa mi intención, de hecho reconozco que hay temas que requieren nuestra atención total y en los que debemos involucrarnos al 100 por ciento. Afortunadamente, estas crisis de crianza no son tan frecuentes. Lo más común son situaciones triviales que se magnifican porque no sabemos ajustar nuestras expectativas. Ten presente que, no es una emergencia cada vez que nuestros hijos no quieren saludar. Lo verdaderamente importante es descubrir por qué nos sentimos emocionalmente activados ante esta situación. ¿Qué es lo que realmente nos preocupa y por qué sentimos la necesidad de controlar el comportamiento de nuestros hijos? Recordemos que nuestros hijos no son perritos, que deben ser adiestrados en el momento exacto para que no se olvide. Siempre podemos retomar conversaciones y crear ambientes óptimos para guiarlos de la mejor manera.
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El regalo más valioso.
Finalmente, es esencial reconocer cuándo estamos proyectando nuestros miedos y carencias en nuestros hijos. A menudo, nuestras preocupaciones sobre el comportamiento de los pequeños encubren sueños reprimidos que llevamos con nosotros desde la infancia. En otras palabras, la angustia que experimentamos al intentar controlar su carácter puede tener menos que ver con nuestros hijos y más con nuestros propios traumas de la niñez. Este análisis es algo que solo tú puedes realizar en la privacidad de tu hogar, o conmigo si así lo deseas. Y tendrá el poder de crear un impacto duradero en tu vida y en la de aquellos que te rodean. Por ejemplo, al descubrir que la ansiedad generada por tu hija al no saludar está vinculada a tu necesidad de aceptación, verás el problema desde una perspectiva diferente. Se abrirá ante ti un mundo de crecimiento personal, el regalo más valioso que puedes brindarle a tus hijos. Abandonarás la necesidad de controlar los resultados de cada interacción de tu hijo con el mundo, haciendo que la crianza sea menos abrumadora.
En conclusión, al dejar de forzar a nuestros hijos a saludar o despedirse, rompemos con los patrones de manipulación y vulnerabilidad al abuso. En su lugar, optamos por guiar y enseñarles sobre la autonomía corporal y el respeto mutuo. Al hacerlo, creamos un ambiente de confianza y armonía donde nuestros hijos pueden desarrollarse plenamente. Indudablemente, la transformación mental y el trabajo personal como padres son clave para construir un vínculo sólido y respetuoso con ellos. La crianza consciente nos facilita el camino para convertirnos en mejores padres, fomentando el crecimiento y protegiendo el bienestar emocional de nuestros hijos.